“Los migrantes no son depredadores. En general contribuyen más a la riqueza de lo que cuestan. Mucha gente piensa que los migrantes competirán por los recursos locales. Por el contrario, contribuyen al desarrollo del país receptor”.

Mauricio Barreto, Centro de Integración de Datos y Conocimiento de la Salud.

Sin embargo, los autores encontraron una mayor morbilidad “para algunas condiciones y entre ciertos subgrupos de migrantes”. Las mujeres y los niños son los grupos más vulnerables porque están expuestos a violencia sexual, coerción y explotación sexual en todas las etapas del viaje migratorio, advierte el informe.

Asimismo, resalta la naturaleza a menudo explotadora y peligrosa de muchos sectores de trabajo, especialmente en ocupaciones de bajos salarios. Las trabajadoras sexuales migrantes en Benín, Etiopía y Kenia, por ejemplo, están en gran riesgo de contraer VIH. En Malasia, 64 por ciento de los trabajadores migrantes que trabajan en manufactura tienen dolores músculo-esqueléticos.

El informe también subraya que las minorías sexuales están entre las poblaciones más desatendidas y en mayor riesgo al migrar, debido a que el estigma asociado a ser LGBTI expone a esas personas a más intimidación y abuso.

Los autores creen que establecer políticas migratorias es ético y factible y exhortan a los gobiernos, agencias internacionales y profesionales a promover la salud como parte de la movilidad global con una agenda de investigación que garantice la salud de los migrantes.

Contribución económica y mitos de salud
Basándose en la literatura existente, el análisis también sugiere que los migrantes realizan una gran contribución tributaria. En las economías desarrolladas, cada aumento de 1 por ciento de migrantes adultos aumenta el producto interno bruto (PIB) por persona hasta en un 2 por ciento, señala el informe.

“Los migrantes no son depredadores. En general contribuyen más a la riqueza de lo que cuestan. Mucha gente piensa que los migrantes competirán por los recursos locales. Por el contrario, contribuyen al desarrollo del país receptor”, afirma Mauricio Barreto, epidemiólogo del Centro de Integración de Datos y Conocimiento de la Salud (CIDACS/Fiocruz), profesor de la Universidad Federal de Bahia (Brasil) y uno de los miembros de la comisión UCL-Lancet.

Aunque la comisión rechaza el mito de los migrantes como “transmisores de enfermedades”, los científicos admiten que la introducción de enfermedades a nuevos ambientes a través de la movilidad humana sí existe. Muchas veces, la población migrante proviene de países con una alta carga de determinada enfermedad.

A inicios de año, en las ciudades brasileñas de Pacaraima y Boa Vista, en el estado de Roraima, que concentran la mayoría de migrantes venezolanos, se confirmaron oficialmente más de 200 casos de sarampión.

La enfermedad había sido erradicada del país, y un análisis posterior confirmó que el virus en circulación era la misma variante observada en Venezuela, donde hubo más de 2.000 casos después del colapso de los servicios de salud debido a la crisis política y económica.

João Carlos Jarochinski, profesor de Relaciones Internacional de la Universidad Federal de Roraima y uno de los editores del libro Migrações Venezuelanas —presentado en Brasil el 14 de diciembre— atribuye el brote a una combinación de factores como la ausencia de una vacunación efectiva en Venezuela y una brecha en la cobertura de vacunación en el norte de Brasil. “No podemos culpar a los venezolanos que cruzaron la frontera”, anota.

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Publicado el

octubre 1, 2020

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