Los inicios del movimiento independentista en el Virreinato de Nueva España tuvieron un marcado carácter popular, insurreccional y revolucionario. Allí, a diferencia de América del Sur, los acontecimientos fueron impulsados por la protesta india y mestiza. La conspiración iniciada y fracasada en Querétaro en 1809 dio paso al levantamiento del sacerdote Miguel Hidalgo, llamado “Grito de Dolores”, ocurrido el 16 de septiembre de 1810 en Guanajuato. Dicho alzamiento se efectúo en nombre de la Virgen de Guadalupe, de Fernando VII y en contra de los gachupines o criollos. Hidalgo acusó a los españoles de hacer peligrar la religión al pretender entregar el reino a Francia, acto seguido informó a los habitantes que quedaban exentos de pagar impuestos y los incitó a luchar por la libertad. Las tropas del virrey Francisco Javier Venegas, a las órdenes del general Félix María Calleja del Rey, vencieron a los rebeldes en Guanajuato y Puente de Calderón, y ejecutaron a los principales responsables en 1811.
Mayor amplitud alcanzaron los levantamientos en el sur del territorio, donde los insurgentes dirigidos por el también sacerdote José María Morelos, luego de ocupar Oaxaca y Acapulco, convocaron el Congreso de Chilpancingo, proclamaron la independencia de México y, en octubre de 1814, redactaron la Constitución de Apatzingán.
La enérgica y sangrienta reacción de Calleja concluyó con la ejecución de Morelos en 1815 y el restablecimiento de la autoridad Real debido, en gran medida, a que el radicalismo de este último reforzó los lazos de unidad entre criollos y peninsulares, quienes al ver amenazadas sus propiedades y privilegios se transformaron en acérrimos defensores de la monarquía.
Después de las rebeliones fracasadas de Hidalgo y Morelos, fue Vicente Guerrero quien logró mantener la insurrección en el sur del país. En 1821, Agustín de Iturbide, criollo conservador y militar que había combatido en las tropas realistas contra las insurrecciones patriotas, entró en contacto con Guerrero pues temía que la ofensiva de los liberales, que por entonces tomaban nuevamente el poder en la península Ibérica, se extendiera hasta México y que éstos tomarán el poder. De este modo, para mantener el estatus quo político, el militar prefirió llegar a un acuerdo con los insurrectos representados por Guerrero, el que fue sellado con el llamado “Abrazo de Acatempan” el 24 de febrero de ese año. Como resultado, Iturbide lanzó un manifiesto conocido como el Plan de Iguala (o de las Tres Garantías) que establecía tres condiciones: la independencia de México, el mantenimiento del catolicismo y la igualdad de derechos para los españoles y los mexicanos. Pocos días después de concretado el acuerdo, el 28 de febrero de 1821 se firmó el Acta de Independencia de México.
Fuente: Memoriachilena.gob.cl