“En una sociedad global, la diversidad no es un obstáculo, sino mas bien un requisito para el desarrollo personal y social. La cohesión social y el compromiso de participar en la vida de la sociedad se refuerzan cuando se reconocen y valoran las diferencias” (Cárdenas Rodríguez, 2002).
Desde el inicio de los tiempos, ha existido una movilidad constante de las personas, el ser humano nunca ha sido un ser estático. A lo largo de los siglos, han migrado de un lugar a otro por diversos motivos. Unos migraban por la curiosidad de descubrir lugares lejanos, otros se trasladaban para buscar un refugio de los conflictos tribales, muchos querían encontrar un lugar donde vivir felizmente con los seres queridos sin pasar hambre, pobreza o persecución. Al analizar las tendencias actuales de la migración mundial tenemos que reconocer que la búsqueda de un lugar donde existan mejores condiciones laborales y oportunidades de trabajo es el uno de los principales motivos que lleva a las personas a emigrar.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM), define migración como un “término genérico” de carácter descriptivo:
“…se utiliza para describir un movimiento de personas en el que se observa la coacción, incluyendo la amenaza a la vida y su subsistencia, bien sea por causas naturales o humanas. (Por ejemplo, movimientos de refugiados y de desplazados internos, así como personas desplazadas por desastres naturales o ambientales, desastres nucleares o químicos, hambruna o proyectos de desarrollo)” (OIM, 2013).
Los procesos de emigración, inmigración y migración transforman la identidad personal de los sujetos migrantes en el curso de procesos marcados por ambigüedades, de acuerdo con el desafío plantado por situaciones de vulnerabilidad, riesgos e incertidumbre y en conformidad con los pequeños y grandes logros del proyecto migratorio.
El incremento de la diversidad cultural y humana que se deriva de la incorporación de nuevos ciudadanos está teniendo un importante impacto en las distintas comunidades de acogida. Este impacto tiene un componente positivo que no siempre es percibido como tal y mucho menos valorado suficientemente. En cambio, los resultados negativos toman un protagonismo que muchas veces no se corresponde con la estricta objetividad de los hechos: creencias erróneas sobre la inseguridad ciudadana, el alza del desempleo, la pérdida de identidad de las comunidades, la incompatibilidad entre los distintos patrones culturales, etc. (Martín, Martínez y Martínez, 2014).
Al hablar de interculturalidad necesariamente hemos de ir a la base del término, la cultura. El ser humano es un ser esencialmente cultural y, al mismo tiempo, la cultura es una construcción del ser humano. Cada persona ha nacido en una comunidad de vida en la que se ha socializado, interiorizando unas maneras de pensar, de sentir y de actuar. A partir de esta interiorización no sólo comprende el mundo de su comunidad, sino también se convierte en un elemento constitutivo de esta cultura e, inevitablemente, va a ayudar a su transmisión, su conservación y su transformación. Debemos tomar en cuenta, que una cultura es dinámica y cambiante, por ello algunas de sus manifestaciones se conservan, otras cambian y otras desaparecen, todo esto sucede por la interacción comunicativa que se produce en el seno de cualquier comunidad de vida (Martín, Martínez y Martínez, 2014). La multiculturalidad ha sido comprendida como la sola convivencia de personas identificadas con variadas culturas en un mismo espacio social, pero que en la práctica social y política permanecen separados, divididos y opuestos. Esto tiene relación con que se ha entendido que los prefijos “multi” y “pluri” sólo indican la sola convivencia entre “muchas” culturas en un determinado contexto común y no existe un compromiso por una real integración de las minorías culturales (Silveira, 2008, pág. 70). De esta forma la Interculturalidad es comprendida como una fase superior o posterior a la multiculturalidad. Conceptualización La interculturalidad comprende, en el reconocimiento de la igualdad de todos los seres humanos, hace referencia a la interrelación entre culturas distintas y a la búsqueda de una convivencia estable entre ellas, que se genera desde una verdadera comunicación intercultural, basada en la igualdad, la no discriminación y el respeto a la diversidad. Reconociendo los elementos propios de la otra cultura como enriquecedora para la cultura de acogida (Cárdenas, 2002). Significa además, “aprender a vivir juntos” (Unesco, 1996), y “aprender a convivir, exige, cultivar las actitudes de apertura, un interés positivo por las diferencias y un respeto por la diversidad” (Pérez Serrano, 1992)
La Interculturalidad concebida como un ideal, propósito o punto de llegada que necesita de un nivel de proyección o de planificación, no es una dinámica social que se da “naturalmente” entre los grupos culturales, sino que es construida por los mismos. La interculturalidad como “punto de llegada” se le relaciona con la integración (más allá que la sola asimilación y diferenciación que se le asigna al multiculturalismo), entendida como el reconocimiento de los derechos de las minorías culturales asumiendo un trato igual para todos sin hacer distinciones por su procedencia social o pertenencia a determinados grupos étnicos o culturales. Desde éste punto de vista, el objeto de la interculturalidad es “el desarrollo de condiciones de igualdad en el acceso de oportunidades políticas, económicas y sociales para las diferentes culturas que comparten un territorio determinado” (Giménez, 2008). Es decir, la Interculturalidad es un proyecto para la equidad social de los diferentes grupos culturales (Chávez, 2002). Líneas de trabajo a desarrollar en la Interculturalidad (Galino y Escribano, 1997): 1. Promover la idea de diversidad cultural, tanto en la población de acogida como en la población migrante. 2. Familiarizar a cada grupo cultural con las características culturales de otros grupos, desarrollar el principio de que todas las culturas resultan tan válidas y significativas como la propia. 3. Proporcionar aspectos culturales distintos, ayudarles a interesarse en dimensiones como: la música, la literatura, el estilo de vida de otras culturas.
¿La Interculturalidad es trabajo sólo de los migrantes?
La interculturalidad implica una concepción de la intervención que considera que los procesos de cambio y aceptación no afectan únicamente a la población inmigrante, puesto que implican también a las sociedades receptoras en la medida que se generan transformaciones y evoluciones en las mismas, es un trabajo de las dos partes. Uno de los desafíos a los que se enfrentan los países que reciben inmigrantes, y a los que la acción intercultural puede dar respuesta en la medida que la misma pretende una educación en la convivencia con la diversidad, es cómo abordar estos cambios y, sobre todo, cómo hacer ver que la inmigración representa más pluralidad y más diversidad a sociedades ya plurales y, por tanto, no homogéneas.
Pautas para promover la interculturalidad Iniciar un conocimiento mutuo (valores, actitudes, modismos, pautas de crianza, comida, cultura, etc.) un intercambio, una valoración y sobre todo un respeto de ambas partes. Trabajar la sensibilización con la población de acogida. Analizar la realidad de la migración en el mundo y especialmente en nuestro contexto. Trabajar temas que ayuden a fortalecer las relaciones sociales (estereotipos, prejuicio, discriminación y racismo) para llegar a garantizar una sana convivencia. Generar un ambiente de encuentro que no caiga sólo en el folclore sino en un intercambio de cultura en toda la extensión de la palabra (actividades de encuentro no sólo para inmigrantes). Jornadas de formación permanente sobre temas como: Migración, Interculturalidad, Racismo, Xenofobia, Derechos Humanos, Leyes Migratorias. Analizar la realidad de nuestro contexto frente a la migración e interculturalidad.