La guerra de independencia se desarrolló en el contexto de las independencias en América, proceso iniciado con la instalación de juntas de gobierno en las colonias hispanoamericanas, en respuesta a la captura del Rey Fernando VII por parte de las fuerzas napoleónicas en 1808. En Chile, la primera junta de gobierno se realizó el 18 de septiembre de 1810 y buscó, en un primer momento, mantener lealtad al rey cautivo. Sin embargo, el naciente patriotismo local pronto comenzó a radicalizar el proceso, tomándose una serie de medidas durante gobierno de José Miguel Carrera que buscaban una separación definitiva con la metrópoli y la adopción de ideas republicanas por parte de los protagonistas del proceso. Por entonces, surgieron los primeros emblemas patrios, el primer reglamento constitucional, la prensa independentista, la libertad de vientres y se crearon instituciones como la Biblioteca Nacional y el Instituto Nacional.
Si bien en términos cronológicos el proceso de emancipación culminó en febrero de 1818 con la proclamación de la independencia de Chile -marcando un hito para la organización de la nueva república-, el conflicto bélico comprendió un período mayor. Éste se inició en 1811 con el motín liderado por Tomás de Figueroa y cesó en enero de 1826 con el combate de Bellavista, liderado por Ramón Freire en Chiloé, y la firma del Tratado de Tantauco que consiguió la anexión definitiva del archipiélago al territorio nacional, el cual constituía el último reducto español en el territorio.
Tradicionalmente se reconocen tres etapas en la guerra de la independencia que desconsideran las campañas militares ejecutadas en el sur del país, entre 1818 y 1826. La primera etapa, conocida como Patria Vieja (1810-1814), se caracterizó por la propagación del patriotismo nacional, las rencillas internas entre José Miguel Carrera y Bernardo O’Higgins sobre cómo ejecutar la causa y se evidenció la necesidad de reforzar el aparato bélico en recursos materiales y humanos con el establecimiento del servicio militar obligatorio. Asimismo, se llevaron a cabo diversos enfrentamientos como las batallas de Yerbas buenas y El Roble, los cuales forjaron el camino hacia la emancipación. Sin embargo, luego de que las fuerzas realistas vencieran en la Batalla de Rancagua, se dio inicio a la segunda etapa, correspondiente a la Reconquista española (1814-1817). Durante este período, se restableció el orden hispano con sus instituciones a modo de restituir la autoridad del Rey Fernando VII, luego de la caída de Napoleón. Por su parte, el proyecto independentista retrocedió en sus aspiraciones y los remanentes del ejército patriota se vieron en la obligación de huir al otro lado de la cordillera, mientras en Chile la lucha continuó de forma esporádica a través de montoneras lideradas por Manuel Rodríguez y José Miguel Neira. Igualmente, en este período los exiliados radicados la ciudad de Mendoza se sumaron a las fuerzas argentinas y uruguayas comandadas por José de San Martín, formando el Ejército Libertador de los Andes.
Finalmente, la tercera etapa, conocida como Patria Nueva (1817-1823), se inauguró con el cruce del Ejército Libertador por los Andes y el triunfo del bando emancipador en la Batalla de Chacabuco. Tras la decisiva victoria patriota en la Batalla de Maipú, esta fase culminó en 1823 con la abdicación de O’Higgins como Director Supremo y se caracterizó por la declaración de la independencia nacional y la consecuente búsqueda de un proyecto político a través del cual debía organizarse el nuevo Estado Nación.
Memoria Chilena